David Simon. Que hacer cuando el Diagnostico es Cancer? 30

Practicar el contacto curativo

 

     Sería magnífico que pudiéramos recibir cada día un masaje de un terapeuta profesional. Aunque eso no es concebible  para  la  mayoría  de  nosotros,  podemos  beneficiarnos profunda y diariamente de los beneficios curativos del contacto. En primer lugar, anime a los miembros de su familia y a sus amigos a tocarle más. Un ligero frotamiento del hombro, un suave masaje de la mano o un sensible tratamiento shiatsu en el pie no exigen entrenamiento profesional y producen una agradable sensación. El simple hecho de sostener la mano del otro mientras se ve una película o se da un paseo puede proporcionar el beneficio nutritivo del contacto. Los estadounidenses abrigan sentimientos ambiguos respecto del contacto fisico, algo por lo que pagamos un alto  precio. Ciertas culturas hispanoamericanas se sienten mucho más cómodas a la hora  de  expresarse táctilmente y no estigmatizan tanto el contacto físico como en Estados Unidos. Procure tocar y que le toquen las personas a las que ama, y las células de su sistema inmunitario se lo agradecerán.

 

     El automasaje, derivado de la tradición ayurvédica, es una forma maravillosa de  aumentar el bienestar. Puede realizarse de forma diaria, y ofrece la mayoría de beneficios de un tratamiento profesional. Se puede adaptar a su horario, durar quince minutos o apenas unos pocos. Suele realizarse antes de tomar un baño o una ducha, lo que puede hacerse por la mañana o por la noche. Si suele sentirse perezoso y lento por la mañana, un automasaje puede infundirle vigor y ánimo. Si tiene problemas para desconectar su mente por la noche, un masaje, seguido por un baño caliente, puede calmarle y serenarle.

     La elección del aceite que se utilice puede añadir un sutil beneficio curativo. Del mismo modo que cada alimento se puede caracterizar según su capacidad para influir sobre el elemento Viento, Fuego o Tierra en nuestro sistema  mente-cuerpo,  así sucede  con los aceites de masaje. Tradicionalmente, se han utilizado diferentes aceites para equilibrar el elemento apropiado. Si se siente perturbado por la ansiedad o el insomnio, utilice un aceite más pesado y cálido, como el de sésamo o el de almendra, aplicado con un masaje suave. Si se siente acalorado, irritable y quisquilloso, pruebe a utilizar un lubricante con propiedades más refrescantes, como el aceite de coco o el de oliva. Si se siente pesado, congestionado y aletargado, pruebe con un aceite más cálido y ligero, como el de girasol, cártamo o semilla de mostaza. Las personas con una gran abundancia de Tierra en su fisiología suelen preferir masajes más profundos y vigorosos. Si tiene la sensación de estar soportando demasiado peso, también puede aplicarse un automasaje con un guante de seda o de lino seco, lo que tendrá un efecto estimulante y aumentará la circulación, al mismo tiempo que efectúa la defoliación de la capa superior de células cutáneas muertas.

 

Prepararse para el masaje

 

• Antes de usarlo se debe curar una sola vez el aceite, calentándolo lenta y cuidadosamente en un recipiente de cristal o de metal. Vierta unas pocas gotas de agua en el aceite y aparte el recipiente de la fuente de calor en cuanto el agua hierva en el aceite.  Debe vigilar atentamente el aceite mientras lo calienta, para evitar que se  prenda fuego. Justo antes de empezar el masaje, se puede recalentar suavemente una  pequeña cantidad de aceite, colocándolo en una pequeña botella de plástico, que luego se calienta bajo el agua corriente caliente.

 

Masaje de todo el cuerpo (5 a 10 minutos)

 

  Empiece por verter una cucharada de aceite tibio sobre el cuero cabelludo. Utilizando sobre todo la palma de la mano, masajee el aceite vigorosamente. Cubra todo el cuero  cabelludo con pequeños pases circulares, como si aplicara champú. Muévase después sobre la cara y las orejas, aplicando el masaje con mayor suavidad. Aplicar un masaje suave sobre las sienes y la parte posterior de las orejas es especialmente bueno para serenar el elemento aire.

• Utilizando tanto la palma de la mano como los dedos, aplique masaje con una pequeña cantidad de aceite de coco sobre la nuca, por delante y por detrás y luego sobre los hombros. Aplique un masaje vigoroso sobre los brazos, utilizando un movimiento circular en los hombros y los codos, con movimientos largos hacia delante y hacia atrás sobre la parte superior de los brazos y los antebrazos.

  Evite ser excesivamente vigoroso sobre el tronco. Utilice movimientos circulares, largos y suaves, para aplicar masaje sobre el pecho, el estómago y la parte inferior del   abdomen. Tradicionalmente, el Ayurveda aconseja moverse en la dirección de las agujas del reloj. También se puede utilizar un movimiento recto hacia arriba y hacia abajo sobre el esternón.

   Después de verter un poco de aceite sobre ambas manos, aplique un masaje sobre la espalda. Utilice un movimiento hacia arriba y hacia abajo. Lo mismo que hizo con los brazos, aplique un masaje vigoroso sobre las piernas, con un movimiento circular en los tobillos y las rodillas, y recto hacia delante y hacia atrás en las partes alargadas. Utilice el aceite que quede para aplicar un masaje vigoroso sobre los pies, prestando una atención especial a los dedos.

  Se considera que mantener una tenue y casi imperceptible capa de aceite sobre el cuerpo es muy beneficioso para tonificar la piel y calentar los músculos durante todo el día. Para concluir el masaje, debe limpiar el aceite con agua tibia y un jabón suave.

 

Minimasaje (1 a 2 minutos)

 

• Si no dispusiera de tiempo para aplicar un masaje a todo el cuerpo, aplicarlo brevemente es mucho mejor que nada. La cabeza y los pies son las partes más importantes del cuerpo y eso se puede conseguir en muy poco tiempo. El minimasaje exige únicamente unas dos cucharadas de aceite.

• Vierta una cucharada de aceite tibio sobre el cuero cabelludo y aplique masaje utilizando los suaves movimientos circulares antes descritos. Dé un masaje suave sobre  las sienes, con movimientos circulares, y luego frote con suavidad la parte externa de las orejas. Dedique un momento a aplicar masaje a la parte posterior y delantera de la nuca.

  Con una segunda cucharada de aceite, aplique masaje a ambos pies utilizando la palma de la mano. Trabaje con las yemas de los dedos y el aceite alrededor de los dedos de los pies. Luego, aplique un masaje vigoroso a las plantas de los pies, con movimientos fuertes de las palmas de las manos, adelante y atrás. Siéntese tranquilamente durante unos segundos para relajarse y dejar que el aceite empape la piel, y luego lávela como antes se ha indicado.

 

     Como puede ver, el masaje no tiene por qué ser ni complicado ni caro. Procure añadir el automasaje  a su rutina diaria, como una señal de su amor hacia usted mismo. Reserve el domingo por la mañana para aplicar y recibir masaje en familia, aplicando aceite a esos lugares dificiles de alcanzar en la espalda de su cónyuge e hijos. Frote  suavemente la frente del otro antes de dormir y observará una mejora en la calidad de  su descanso.

      Pídale a un amigo que le acompañe a sus tratamientos de quimioterapia y que le aplique un suave masaje de pies mientras le administran la medicación. Permita que su amor y atención le impregnen su ser y se mezcle con los medicamentos, añadiendo así espíritu curativo a la bioquímica de su atención médica. Permítase a usted mismo tocar y ser tocado, y observará los efectos favorables para la vida en su salud mental y física.

 

Elisabeth Kübler Ross- La rueda de la vida

22. LA FINALIDAD DE LA VIDA.

 

Era inevitable que tuviera que buscar enfermos terminales fuera del hospital. Mi trabajo con moribundos ponía muy nerviosos a muchos de mis colegas. En el hospital eran pocas las personas dispuestas a hablar de la muerte. Era más difícil aún encontrar a alguien que reconociera que las personas se estaban muriendo. La muerte no era un tema del que hablaran los médicos. Así, cuando mi búsqueda semanal de pacientes moribundos se me hizo casi imposible, comencé a llamar desde casa a enfermos de cáncer de los barrios vecinos, como Homewood y Flossmoor.

Yo proponía un convenio de beneficio mutuo. A cambio de atención terapéutica gratis a domicilio, los enfermos aceptaban ser entrevistados en mis seminarios. Ese método dio pie a más polémica todavía en el hospital, donde ya consideraban explotador mi trabajo. Y las cosas empeoraron. Cuando los enfermos y sus familiares manifestaron públicamente cuánto agradecían mi tarea, los demás médicos encontraron otro motivo más para ofenderse. Yo no podía ganar.

Pero me comportaba como una ganadora. Además de atender a mi familia y de realizar mi trabajo, hacía tareas como voluntaria para varias organizaciones. Una vez al mes examinaba a los candidatos para los Cuerpos de Paz. Probablemente allí los sentimientos hacia mí eran encontrados, porque tendía a aprobar a aquellos que a mi juicio buscaban el riesgo y no a los moderados que preferían mis socios. También pasaba medio día a la semana en el Lighthouse for the Blind (Faro para los Ciegos) de Chicago, trabajando con niños y padres. Pero tengo la impresión de que ellos me daban más a mí que yo a ellos.

Las personas que conocí allí, adultos y niños por igual, estaban todos batallando con las cartas que les había servido el destino. Yo observaba su manera de arreglárselas. Sus vidas eran montañas rusas de sufrimiento y valor, depresión y logros. Continuamente me preguntaba qué podía hacer yo, que tenía vista, para ayudarlos. Lo principal que hacía era escucharlos, pero también los animaba a «ver» que todavía les era posible llevar vidas plenas, productivas y felices. La vida es un reto, no una tragedla.

A veces eso era pedir demasiado. Veía a demasiados bebés nacidos ciegos, y también a otros nacidos hidro-cefáhcos, a quienes se los consideraba vegetales y se los colocaba en instituciones para el resto de sus vidas. Qué manera de desperdiciar la existencia. También estaban los padres que no lograban encontrar ayuda ni apoyo. Observé que muchos padres cuyos hijos nacían ciegos mostraban las mismas reacciones que mis moribundos. La realidad suele ser difícil de aceptar, pero ¿qué otra alternativa hay?

Recuerdo a una madre que tuvo nueve meses de embarazo normal, sin ningún motivo para esperar otra cosa que un hijo normal y sano, pero durante el parto ocurrió algo y su hija nació ciega. Reaccionó como si hubiera habido una muerte en su familia, lo cual era lógico. Pero una vez superado el trauma inicial, comenzó a imaginar que algún día su hija, llamada Heidi, terminaría sus estudios secundarios y aprendería una profesión.

Esa era una reacción sana y maravillosa.

Por desgracia, habló con algunos profesionales que le dijeron que sus sueños no eran realistas y le aconsejaron que pusiera a la niña en una institución. Eso causó un terrible sufrimiento a la familia. Pero afortunadamente, antes de tomar ninguna medida, acudieron al Lighthouse, que fue donde conocí a esta mujer.

Evidentemente, yo no podía ofrecerle ningún milagro que le devolviera la vista a su hija, pero sí escuché sus problemas. Y cuando me preguntó mi opinión, le dije a esa madre, que tanto deseaba un milagro, que ningún niño nace tan defectuoso que Dios no lo dote con algún don especial.

Olvide toda expectativa —le dije—. Lo único que tiene que hacer es abrazar y amar a su hija como a un regalo de Dios.

¿Y después? —me preguntó.

A su tiempo El revelará su don especial.

No tenía idea de dónde me brotaron esas palabras, pero las creía. Y la madre se marchó con renovadas esperanzas.

Muchos años después, estaba leyendo un diario cuando vi un artículo sobre Heidi, la niñita del Lighthouse. Ya adulta, Heidi era una prometedora pianista y acababa de actuar en público por primera vez. En el artículo, el crítico decía maravillas sobre su talento. Sin pérdida de tiempo contacté con la madre, que con orgullo me contó cómo había luchado por criar a su hija; repentinamente la niña demostró estar dotada para la música. Su talento floreció como una flor y su madre atribuyó el mérito a mis alentadoras palabras.

– Habría sido tan fácil rechazarla —comentó—. Eso fue lo que me dijeron que hiciera las otras personas.

Naturalmente yo comentaba esos gratificantes momentos con mi familia, y deseaba que mis hijos no tomaran nada por descontado. Nada está garantizado en la vida, fuera de que todo el mundo tiene que enfrentarse a dificultades. Así es como aprendemos. Algunos se enfrentan a dificultades desde el instante en que nacen. Esas son las personas más especiales de todas, que necesitan el mayor cariño, atención y comprensión, y nos recuerdan que la única finalidad de la vida es el amor.

Créanlo o no, había personas que realmente pensaban que yo sabía de qué hablaba. Una de esas personas fue Clement Alexandre, jefe de redacción de la editorial Macmillan de Nueva York. No sé cómo llegó a su escritorio un corto artículo que yo había escrito sobre mis seminarios «La muerte y el morir». Eso lo indujo a volar hasta Chicago a preguntarme si desearía escribir un libro sobre mi trabajo con moribundos. Yo me quedé pasmada, muda de asombro, incluso cuando él me presentó un contrato para firmar, en que se me ofrecían 7.000 dólares a cambio de 50.000 palabras.

Bueno, acepté, siempre que me dieran tres meses para escribir el libro. Eso les pareció bien a los de Macmillan. Pero luego me quedé sola para calcular cómo me las iba a arreglar para atender a dos hijos, un marido, un trabajo a jornada completa y otras vanas cosas, y además escribir un libro. Observé que en el contrato ya habían puesto título al libro: On Death and Dying (Sobre la muerte y los moribundos, en su versión castellana). Me gustó. Llamé a Manny para contarle la buena nueva, y después comencé a imaginarme como escritora; no me lo podía creer.

Pero ¿por qué no? Tenía innumerables historias de casos y observaciones amontonadas en la cabeza. Durante tres semanas me instalé en mi escritorio por la noche, cuando Kenneth y Barbara ya estaban durmiendo, hasta conseguir hacerme una idea del libro. Vi con mucha claridad cómo todos mis pacientes moribundos, en realidad todas las personas que sufrían una pérdida, pasaban por fases similares. Comenzaban con un estado de fuerte conmoción y negación, luego indignación y rabia, y después aflicción y dolor. Más adelante regateaban con Dios; se deprimían preguntándose «¿Por qué yo?». Y finalmente se retiraban dentro de sí mismos durante un tiempo, aislándose de los demás mientras llegaban, en el mejor de los casos, a una fase de paz y aceptación (no de resignación, que es lo que se produce cuando no se pueden compartir las lágrimas ni expresar la rabia).

En realidad, vi con más claridad esas fases en los padres que había conocido en Lighthouse. El nacimiento de un hijo ciego era para ellos como una pérdida, la pérdida del hijo normal y sano que esperaban. Pasaban por la conmoción y la rabia, la negación y la depresión, y finalmente, ayudados por alguna terapia, lograban aceptar lo que no se podía cambiar.

Las personas que habían perdido o iban a perder a un pariente próximo pasaban por las mismas cinco fases, comenzando por la negación y conmoción. «No puede ser que vaya a morir mi esposa. Acaba de tener un hijo, ¿cómo me va a abandonar?» O exclamaban: «No, yo no, no puede ser que vaya a morir.» La negación es una defensa, una forma normal y sana de enfrentarse a una noticia horrible, inesperada, repentina. Permite a la persona considerar el posible fin de su vida y después volver a la vida como ha sido siempre.

Cuando ya no es posible continuar negándolo, la actitud es reemplazada por la rabia. La persona ya no se pregunta «¿Por qué yo?» sino «¿Por qué no él o ella?». Esta fase es particularmente difícil para los familiares, médicos, enfermeras, amigos, etc. La rabia del paciente sale disparada como perdigones, y golpea a todo el mundo. El enfermo despotrica contra Dios, sus familiares, contra toda persona que esté sana. También podría gritar: «Estoy vivo, no lo olvides.» No hay que tomar esa rabia como ofensa personal.

Si se les permitía expresar la rabia sin sentimientos de culpabilidad o vergüenza, solían pasar por la fase de regateo: «Dios mío, deja vivir a mi esposa lo suficiente para que vea a esta hija entrar en el parvulario»; después añadían otra súplica: «Espera hasta que haya terminado el colegio, así tendrá edad suficiente para soportar la muerte de su madre»; etcétera. Muy pronto advertí que las promesas hechas a Dios no se cumplían jamás. Simplemente regateaban elevando cada vez más la apuesta.

Pero el tiempo que pasa el paciente regateando es beneficioso para la persona que lo atiende. Aunque está furioso, ya no está tan consumido por la hostilidad hasta el punto de no oír. El paciente no está tan deprimido que no sea capaz de comunicarse. Puede que haya disparos de balas, pero no apuntarán a nadie. Yo aconsejaba que había que aprovechar ese momento para ayudar al paciente a cerrar cualquier asunto pendiente que tuviera. Había que entrar en su habitación, hacerle enfrentar viejas pendencias, añadir leña al fuego, permitirle exteriorizar su furia para que se librara de ella, y entonces los viejos odios se transformarían en amor y comprensión.

En algún momento los enfermos se van a sentir muy deprimidos por los cambios que están experimentando. Eso es natural. ¿Quién no se sentiría así? No pueden seguir negando la enfermedad ni asimilar todavía las graves limitaciones físicas. Con el tiempo es posible que a todo esto se añadan las dificultades económicas. Se producen cambios drásticos y debilitadores en la apariencia física. Una mujer se amarga porque la pérdida de un pecho la hace menos mujer. Cuando ese tipo de preocupaciones se expresan y se tratan con sinceridad, los pacientes suelen reaccionar maravillosamente.

El tipo de depresión más difícil viene cuando el enfermo comprende que lo va a perder todo y a todas las personas que ama. Es una especie de depresión silenciosa; ese estado no tiene ningún lado luminoso. Tampoco hay ninguna palabra tranquilizadora que se pueda decir para aliviar ese estado mental en que se renuncia al pasado y se trata de imaginar el inimaginable futuro. La mejor ayuda es permitirle sentir su aflicción, decir una oración, simplemente tocarlo con cariño o sentarse a su lado en silencio.

Si a los enfermos terminales se les da la oportunidad de expresar su rabia, llorar y lamentarse, concluir sus asuntos pendientes, hablar de sus temores, pasar por esas fases, van a llegar a la última fase, la aceptación. No van a sentirse felices, pero tampoco deprimidos o furiosos. Es un período de resignación silenciosa y meditativa, de expectación apacible. Desaparece la lucha anterior para dar paso a la necesidad de dormir mucho, lo que en Sobre la muerte y los moribundos yo llamo «el último descanso antes del largo viaje».

Al cabo de dos meses terminé el libro. Comprendí que había creado exactamente el tipo de libro que deseaba encontrar en la biblioteca cuando buscaba datos para mi primera charla. Envié por correo el texto definitivo. Aunque no tenía idea de si iba a convertirse en un libro importante, sí estaba absolutamente segura de que la información que contenía era muy importante.

Esperaba que no se interpretara mal el mensaje. Mis pacientes moribundos jamás mejoraron en el sentido físico, pero todos mejoraron emocional y espiritualmen-te. En realidad se sentían mejor que muchas personas sanas.

Más adelante alguien me preguntaría qué me habían enseñado sobre la muerte todos esos moribundos. Primero pensé dar una explicación muy clínica, pero eso no iba conmigo. Mis pacientes moribundos me enseñaron mucho más que lo que es morirse. Me dieron lecciones sobre lo que podrían haber hecho, lo que deberían haber hecho y lo que no hicieron hasta cuando fue demasiado tarde, hasta que estaban demasiado enfermos o débiles, hasta que ya eran viudos o viudas. Contemplaban su vida pasada y me enseñaban las cosas que tenían verdadero sentido, no sobre cómo morir, sino sobre cómo vivir.

 

El lobby del calentamiento terrestre y la Ciencia en la política

El premio Nobel de Física Svante Arrhenius publicó en 1896 un estudio sobre La influencia del ácido carbónico en el aire sobre la temperatura en la Tierra. Arrhenius concluyó que el dióxido de carbono (CO2) que se acumula en la atmósfera está relacionado con la temperatura de la Tierra.

Parte de la derecha considera que la ecología ha suplido al socialismo

Un instituto español anti-Kioto recibió apoyo de grupos pagados por Exxon

Este gas hace de invernadero: al evitar que se escape parte del calor que emite la Tierra hace que el planeta sea habitable. Simplificando: a más CO2, más calor; menos CO2, menos, aunque no se sepa qué tiempo va a hacer en Sevilla el 23 de diciembre. Ésa era una verdad científica incontestada. Hasta que se mezcló con la política.

En los años, 70, pero sobre todo en los 80 y los 90, los científicos comenzaron a ver que las concentraciones de CO2 en la atmosfera subían de forma alarmante e inexorable. De nuevo, tenía toda la lógica. La quema de combustibles fósiles (carbón, gas y petróleo) producto de la revolución industrial se dejaba notar. Cada litro de gasolina emita 2,4 kilos de dióxido de carbono. Si la concentración de CO2 en la atmósfera antes de 1850 era de 280 partes por millón, ya va por 379 (la mayor concentración en al menos 650.000 años).

Los científicos predijeron años más cálidos, y se produjeron: 2005 y 1998 fueron los años más calientes desde que hay registros y seis de los siete años más cálidos han ocurrido desde 2001. Predijeron deshielos y el Ártico ha alcanzado este año su mínimo histórico y en 2040 se puede quedar sin hielo en verano; mientras los glaciares de todo el mundo, y especialmente de Groenlandia, retroceden a una velocidad sin precedentes.

Si quedaba alguna duda de que los científicos están todo lo de acuerdo que pueden estar, en enero pasado, el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU, que agrupa a 4.000 expertos, dio por zanjada cualquier controversia sobre la responsabilidad de la mano del hombre en el calentamiento y en tres semanas presentará en Valencia su informe definitivo en el que insisten en que el hombre está, con más de un 90% de probabilidad, detrás del calentamiento.

A no ser que uno tenga poderosas razones, oponerse a la ciencia no suele ser rentable para la propia imagen. Pero en este caso hay muchos intereses.

Admitir que el planeta se calienta implica que hay que hacer algo para evitar las desastrosas consecuencias (no hoy, como dicen los detractores, sino en 50 o 100 años). Supone intentar reducir el consumo de combustibles fósiles: petróleo y carbón. Implica ahorrar energía y elegir las fuentes renovables o la energía nuclear. Por eso, políticos, economistas y empresas decidieron, 100 años después, que Arrhenius no tenía razón.

Las petroleras han estado especialmente activas en este frente. Greenpeace ha acusado a la estadounidense Exxon-Mobil de financiar decenas de grupos de presión e instituciones para hacer dudar del cambio climático. Su intención no ha sido negarlo, sino sembrar la duda. Han copiado la estrategia que años antes siguieron las tabacaleras para poner en duda que el tabaco causase cáncer.

El American Enterprise Institute, financiado por Exxon-Mobil con 1,12 millones de euros, ofreció el año pasado 7.000 euros por cabeza a algunos científicos del IPCC para rebajasen las conclusiones de este grupo, según el diario británico The Guardian. Un funcionario de la Casa Blanca, que anteriormente trabajó para el mayor lobby petrolífero del país, modificó durante años informes sobre el cambio climático para rebajar la responsabilidad humana en el problema, según The New York Times. Este funcionario fue fichado después por Exxon-Mobil.

La actividad era especialmente intensa en EE UU, cuyo presidente, George W. Bush, llegó dudando del calentamiento aunque ahora ha suavizado enormemente su discurso. Su Administración ha considerado que los osos polares están amenazados, en un reconocimiento implícito de que el retroceso del hielo no es aleatorio, sino constante.

Bush no está sólo, pero casi. El presidente de la República Checa, Vaclav Klaus, denunció que el cambio climático es «un mito». El primer ministro australiano, John Howard, otro de los países que no ha ratificado Kioto, también cambió radicalmente en 2006 su mensaje anti cambio climático: «Acepto la teoría del cambio climático, pero no la parte más catastrofista».

Hasta el vicepresidente de Exxon-Mobil Kenneth Cohen declaró este año: «Ahora sabemos suficiente, o la sociedad sabe suficiente, que el riesgo del calentamiento global es serio y que se debe actuar». Entre 1998 y 2005, Exxon-Mobil gastó 16 millones en estudios para negar el calentamiento.

Parte de la derecha cree que la ecología, y especialmente la lucha contra el cambio climático, es un invento para suplir al socialismo. Consideran que los llamamientos a dejar el coche en casa o a cambiar hábitos de vida son una intromisión intolerable del Estado en la vida privada. Para sustentar esta teoría desacreditan a los científicos.

A ese club se ha unido 111 años después, el líder del PP, Mariano Rajoy. Con sus declaraciones -«Yo de este asunto sé poco, pero mi primo supongo que sabrá. Y entonces dijo: ‘Oiga, he traído aquí a diez de los más importantes científicos del mundo y ninguno me ha garantizado el tiempo que iba a hacer mañana en Sevilla’. ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años?»-, Rajoy no sólo se une a un club en retirada, sino que desprecia su pasado. El Gobierno del PP ratificó el Protocolo de Kioto, con el que los países ricos se imponían límites a la emisión de gases de efecto invernadero.

En España, el país de la UE con los ciudadanos más concienciados sobre el problema, según un eurobarómetro de marzo de 2007, también hay escépticos.

La organización que más hace por rebajar el cambio climático es el Instituto Juan de Mariana, que asegura no tener ánimo de lucro, ni afiliación política, y cuya misión consiste en dar a conocer los beneficios de la propiedad privada, la libre iniciativa empresarial y la limitación del ámbito de actuación de los poderes públicos. Este diario intentó ayer, sin éxito, contactar con el Instituto Juan de Mariana. En la web afirman que se financian únicamente con donaciones individuales.

Su presidente es Gabriel Calzada, profesor de Economía de la Universidad Rey Juan Carlos, que sobre el calentamiento escribe: «A estas alturas de la infame campaña publicitaria ecologista que dura ya décadas, lo único cierto es lo siguiente: que no existe una relación directa entre emisión de CO2, fruto de la producción de energías fósiles, y el supuesto calentamiento del planeta. Que el ser humano, con su actividad actual, no tiene capacidad para producir fuertes cambios climáticos».

El Instituto fue fundado en abril de 2005 y su acto inaugural consistió en un seminario sobre Kioto, en el que sobresalían, entre otros asistentes: Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid; Alberto Recarte, presidente de Libertad Digital; o Christopher Horner, miembro del Competitive Enterprise Institute, organización denunciada por Greenpeace de estar financiada por Exxon-Mobil. También acudió un representante del del European Enterprise Institute, también acusado de cobrar de Exxon-Mobile.

Aguirre afirmó ayer que apoya la opinión de Rajoy: «Yo comparto todas y cada una de las opiniones de Mariano Rajoy y singularmente ésta». Sus declaraciones revelan la soterrada lucha que vive el PP, y la derecha en general, con este tema. Juan Costa, coordinador del programa electoral de los populares, es un convencido de la gravedad del problema y por ello recibe críticas casi a diario de la Cope y de la web Libertad Digital.

«Aquí hay un lío montado con muchos intereses, pero su estrategia es conocida y está documentada», afirma Juan López de Uralde, director de Greenpeace España, que se enfrentó a Endesa por asegurar que Horner había mantenido contactos con Recarte, también consejero de Cajamadrid y de Endesa, «para montar un lobby anti-Kioto con eléctricas españolas». Afirmación negada por la compañía.

Además de presidente de este instituto, Calzada también es representante para España del Center for the New Europe (CNE), otra institución que, según Greenpeace, ha recibido dinero de Exxon-Mobil: 170.000 euros entre 2003 a 2005.

Calzada es colaborador habitual de Libertad Digital, de Federico Jiménez Losantos, uno de los medios que más en duda ponen la veracidad del cambio climático, al que suele aludir como «el supuesto cambio climático».

Estas vinculaciones no sorprenden al director de Greenpeace, que destaca que existe además un trasfondo ideológico. «Los ecologistas somos para estos lobbies los nuevos comunistas del siglo XXI», explica «pues defendemos una explotación más racional de los recursos naturales y esto requiere más control de los Estados».

Muchos de estos críticos han puesto la política por encima de la ciencia. Como hizo Lysenko, el supuesto genetista comunista que decidió que Mendel y la herencia eran una patraña y que todos los guisantes y los hombres nacían iguales. Con sus teorías y el apoyo soviético, condenó a la hambruna a millones de personas.

La calidad del esperma de los machos es inferior en los machos dominantes

Segun recientes estudios las especies en las cuales un macho resulta el dominante, éste produce mayor cantidad de esperma pero su calidad decrece con el número de copulaciones. En cambio en las especies de animales que son promiscuas, la competencia sexual se realiza a travéz de la calidad del esperma, que es  muchas veces representada por diversos ornamentos y aditamentos de atracción sexual

In promiscuous species, male reproductive success is determined by the interaction between the ability to access and choose females of the highest reproductive quality and, after copulation, the ability to outcompete the ejaculates of rival males. Disentangling the factors regulating the interplay between traits conferring a reproductive advantage before and after copulation is therefore crucial to understanding how sexual strategies evolve. Here we show in the fowl Gallus gallus, where social status determines copulation success, that dominant males produce more sperm than subordinates but that the quality of dominant males’ sperm decreases over successive copulations, whereas that of subordinates remains constant. Experimentally manipulating male social status confirmed that ejaculate quality (the number and quality of sperm produced) was a response to the social environment rather than the result of intrinsic differences between dominant and subordinate males. We further show that dominant males responded to variation in female sexual ornamentation, which signals reproductive quality, by adjusting the number and quality of sperm they transferred, whereas subordinate males did not: they transferred ejaculates of similar quality to females with different ornament sizes. These results indicate that trade-offs between traits influencing reproductive success before and after copulation, combined with variation in social dynamics and female quality, may favor the evolution of phenotypically plastic alternative reproductive strategies.

Porqué hay peces que viven en los árboles?


El pez de Mangroven-Killipez (Kryptolebias marmoratus), pesa 100 Milligramos , y vive en aguas pantanosas de Mangroven .Cuando los pantanos se secan éstos pequeños peces sobreviven arriba de los árboles. esta peculiaridad fue observada por científicos biologos y la publicanro en «New Scientist» .

En las ramas de los árboles encuentran alimento, y tampoco necesitan buscar pareja ya que son hermafroditas, se fertilizan a sí mismos y son los únicos hermafroditas entre los vertebrados. Scott Taylor publicó sus observaciones en el númer actual de «The American Naturalist».

Algunas especies parientes e estos peculiares peces viven en USA en el Elizabeth River de la costa Este. Los «Fundulus heteroclitus»sobreviven en aguas totalmente contaminadas por el petroleo. Curiosamente para estos peces aguas limpias se han convertido enun veneno que les mata instantaneamente. ..