La nueva estrella de la Web: es un queso Cheddar

No tiene nada que hacer? Vea minuto a minuto como envejece un queso cheddar durante un año aqui: cheddarvision TV

Una webcam que sigue el envejecimiento de un queso Cheddar ya ha pasado un millon de visitas en cuatro meses!

Un grupo de granjeros ingleses para asegurar la promoción de su cheddar ha instalado una webcam que sigue en directo el envejecimiento del queso y los internautas fascinados controlan a cada rato si el queso sigue estando allí.

 La noticia la obtuve en Bureau audiovisuel

Esta es la historia del queso desde su nacimiento 0 meses hasta los tres meses de edad:

El amor

 

Cántico del Amor.El hombre en quien este canto ha despertado
no ya un pensamiento, no ya una emoción,
sino un recuerdo, y un recuerdo muy antiguo,
buscará de ahora en adelante, el amor con el amor.
Porque amar es esto, porque amor es esto:
cuando con amor se busca amor.

Lubicz Milosz

Budismo sin creencias.Una guía contemporánea al despertar.por Stephen Batchelor

 

Llegar a ser

 La confusión condiciona la actividad, la que condiciona la consciencia, la que condiciona la personalidad encarnada, la que condiciona la experiencia sensorial, la que condiciona el impacto, el que condiciona el estado de ánimo, el que condiciona el anhelo, el que condiciona el aferrarse, el que condiciona el llegar a ser, el que condiciona el nacimiento, el que condiciona el envejecer y la muerte.—El Buda { La confusión … 

E

Estoy confundido. Estoy confundido por la irracionalidad absoluta, ambigüedad y abundancia de las cosas que se hacen realidad. Estoy confundido por haber nacido en un mundo del que la muerte me va a arrebatar. Estoy confundido sobre quién soy y por qué. Estoy confundido por el laberinto de opciones que enfrento. No sé que hacer.La confusión no es un estado de oscuridad en el que no puedo ver nada. Es más como ceguera parcial que como falta de visión total. Al no ver bien, malinterpreto las cosas: como entrar a un tinglado de alfarería y descubrir una serpiente en una esquina. Mi corazón se acelera y estoy congelado de miedo. Sólo cuando mis ojos se habitúan a la oscuridad me doy cuenta que es sólo un rollo de manguera.¿Podrá una confusión similar colorear mi experiencia vital como un todo: una confusión que no sólo me ciega sobre lo que pasa sino que, al mismo tiempo, construye angustiosamente un mundo ficticio que parece muy real? Tengo la extraña sensación de habitar una realidad en la que no encajo. Sospecho que me la paso enredándome con las cosas, no porque no logro verlas, sino porque me imagino estar configurado como otra persona. Me imagino como una estaca redonda tratando de entrar en un agujero redondo, sin darme cuenta de que he llegado a ser una estaca cuadrada. { La confusión condiciona la actividad, la que condiciona la consciencia, la que condiciona la personalidad encarnada … La primera vez que tratas de hacer una vasija en un torno de alfarería, la arcilla no responde a los dedos. Terminas con un revoltijo húmedo y lodoso. Sin embargo, con la práctica te vuelves experto en manejar a la arcilla en relación a la rotación del torno y puedes crear cosas funcionales y bellas. Del mismo modo, yo he llegado a ser experto en configurarme a partir de la arcilla en rotación de mi existencia, creando una personalidad, un hogar, amistades, hijos, ideas.Si sólo esta empresa no estuviera desfigurada por la confusión y la intranquilidad. Crecen la frustración y amargura en vez de la compasión y el entendimiento. Me enojo en silencio con un mundo que no me entiende. Quiero que me dejen en paz, me quieran y acepten, pero por alguna razón la gente o me ignora o me descarta. El sentir lástima de mi mismo sólo empeora las cosas, pero no lo puedo evitar.De manera que emprendo la tarea absurda de ordenar el mundo a mi gusto. Trato de crear una situación perfecta, una en la que tengo todo lo que quiero y nada de lo que me disgusta. Sueño con una vida a la que se le han quitado todas las imperfecciones. Al hacer esto me siento incómodo con la sola presencia de las cosas.Me enfrento a la terquedad de la materia, la volubilidad del humor, la ambigüedad de la percepción, la intencionalidad del pensamiento y el hábito. Para poder controlar todo esto, divido al mundo en dos partes: la que es mía y la que no lo es. Mi cuerpo se yergue en oposición no sólo al tuyo, sino también al resto de la materia. Mis sentimientos son los únicos que cuentan. Mi versión de los hechos es la correcta. El imperativo de mis anhelos está por encima de los de los demás.A la materia, humor, percepción e impulso no los veo como son, sino como momentos únicos y caóticos, configurados en formas sin precedente e irrepetibles. Esta especificidad compleja se vuelve presente porque le pongo un nombre a lo que experimento. ¿Alguna vez veo un arreglo peligroso de formas y colores? No. Hay una serpiente en el tinglado de alfarería.Donde es más evidente esto es en la personalidad encarnada. Y todo se resume en un nombre. Ya sea que alguien me llame por mi nombre, o lo vea en un sobre, me captura en forma tan vívida como mi imagen en un espejo o en una fotografía. “Sí, ése soy yo”, pienso. Del mismo modo que podría mirar al otro lado de la calle y decir: “Oh, ése es S”.Cuando la división entre mí mismo y el resto del mundo está guiada por la confusión y la intranquilidad, esta frontera se vuelve más marcada y rígida. Mi peculiaridad se congela en una soledad absoluta. Me siento abandonado, prisionero dentro de mi propio cuerpo.Necesito parar otra vez. Puedo empezar a descongelar este aislamiento, enfocándome en la complejidad de lo que soy. Quizás pueda destrabar el espasmo del egoísmo al darme cuenta de que no soy una esencia fija sino un conglomerado interactivo de procesos. { Siéntate en silencio y regresa a la respiración. Centra tu atención en el ritmo de sensaciones que constituyen el acto de respirar. Deja que se tranquilice la mente agitada, luego expande tu atención incluyendo el resto de tu cuerpo. Con una percepción calma, poco a poco aumenta el campo de atención hasta abarcar la totalidad de tu experiencia en ese momento: lo que oyes, ves, hueles, saboreas, tocas, así como los pensamientos y emociones que surgen en tu mente y luego desaparecen.Nota como tus sentidos son inundados por una corriente incesante de colores, formas, sonidos, olores, sabores, texturas e ideas. El mundo cambiante vuela hacia este instrumento sensible desde todas las direcciones. En cuanto hace contacto, resuena dentro tuyo con un tono inefable y particular. La experiencia del mundo está coloreada con un rango de sentimientos y humores que no podemos evitar. Cada experiencia es registrada en algún punto del espectro entre el éxtasis y la agonía. Pon atención a esta cualidad tonal, observando como penetra el cuerpo y la mente—pero que es muy difícil de atrapar.También nota cómo, a pesar de su complejidad, el mundo se nos presenta siempre en una forma que tiene sentido. Al escuchar el canto de un pájaro desconocido, le das sentido diciéndote: “No conozco a ése”. Si un ciego de nacimiento pudiera de pronto llegar a ver, no abriría los ojos para contemplar el mundo de los que ven. Él miraría un arreglo desconcertante de formas y colores, que luego aprendería a darles sentido. El mundo está tan saturado con los significados que le damos, que parece que esos significados radicaran en las cosas mismas. Normalmente suponemos que el mundo que se presenta a los sentidos existe allí afuera tal como lo percibimos. Realmente parece, por ejemplo, que esas manchas negras sobre un fondo blanco están diciendo algo sobre la naturaleza de la percepción. A medida que escuchas los sonidos y observas las sensaciones de tu cuerpo, considera cómo lo que experimentas está configurado por tu propia condición, hábitos y puntos de vista.También nota como el mundo es un escenario de posibilidades. Cuando estás sentado, te enfrentas a las posibilidades de pararte, caminar o acostarte. Cuando estás en silencio, te enfrentas a la posibilidad de hablar. En cada momento estamos considerando o efectuando una acción: un movimiento, una palabra, un pensamiento. Aún al decidir no actuar, estás haciendo algo: absteniéndote. Nota cómo la mente calmada está de todos modos tensa, lista para entrar en acción.El simple hecho de la vida está abierto a posibilidades, te permite tener un sentido de propósito y dirección. Las intenciones que surgen en la intimidad de tu pensamiento pueden luego ser llevadas a cabo. Cuando estás sentado meditando, nota que lo que estás haciendo es llevar a cabo una resolución anterior. Al cuidar los detalles del presente, sin recordar el pasado ni planear el futuro, estás creándote de una manera específica y deliberada.Pero, ¿qué es este ego que creas? Repite tu nombre o di a ti mismo “Yo”. ¿Qué imagen o sentimiento se evoca? ¿El ego reside en el cuerpo, en la mente o en ambos? ¿O fuera de ellos? Si lo buscas, ¿qué encuentras?Si el ego se siente como algo físico, entonces explora esa sensación para ver qué es. Si se siente como un estado de ánimo, como una percepción, volición, entonces explóralas también. Cuanto más cerca observas, más descubres que cada candidato del ego se disuelve en otra cosa. En vez de un “yo” fijo como pepita, te encuentras experimentando una serie de sensaciones, humores, percepciones e intenciones, que trabajan juntas como la tripulación de un bote, dirigidas por el timonel de la atención.Pero qué fácil se regresa, de esta percepción de un proceso interactivo y fluctuante, a la imagen habitual de un ego aislado. Qué natural parece que la confusión irrumpa súbitamente y que regrese el trabajo pesado de una existencia angustiosa. { … la personalidad encarnada condiciona la experiencia sensorial, la que condiciona el impacto, el que condiciona el estado de ánimo … Estoy perdido en las preocupaciones, miedos, deseos, recuerdos y planes. Ya sea que esté caminando, parado, sentado o acostado. Estoy atrapado en la prisión de mis obsesiones internas. Miro hacia el mundo exterior como si fuera un territorio extraño.La rapidez con que el mundo impacta mis sentidos, junto con mi hábito de tratar cada cosa como enemigo o aliado, me lleva la confusión sobre el origen de mi humor. Si no me gusta una pieza musical, tiendo a culpar a las notas irritantes por mi incomodidad (aunque alguien al lado mío pueda estar gozándolas). Cuando no hay una razón obvia para que esté triste, busco a alguien o algo para culparlo y generalmente lo logro (insomnio, S, zapatos nuevos). Lo mismo ocurre con el placer—aunque sé muy bien que un beso prolongado más allá de un cierto punto se convierte en babeo y tortícolis.El impacto y el humor disparan mis patrones habituales de percepción y reacción. Del mismo modo que el agua de lluvia corre por las canaletas y desagües diseñados para atraparla, mi interacción con el mundo tiende a seguir el camino más familiar y de menor resistencia. Cuando veo la serpiente en el tinglado, todo lo que he logrado saber y temer sobre serpientes configura mi sentido del mundo en ese momento. Mientras estoy parado, paralizado por el terror, pasan rápidamente por mi mente las acciones posibles: ¿corro a la puerta? ¿salgo en punta de pies? ¿la asusto? ¿la mato?Sin embargo, estos sentimientos, percepciones e impulsos aparentemente irresistibles no son la única opción. Porque en la cercanía de esa experiencia yace la libertad de ver con mayor claridad. Puedo detenerme, prestar atención a mi respiración, sentir los latidos de mi corazón y recordar de ser consciente. Entonces puedo responder con cuidado e inteligencia a la presencia de la serpiente. O darme cuenta que es tan sólo el rollo de una manguera. { … el estado de ánimo condiciona el anhelo, el que condiciona el apego, el que condiciona el llegar a ser … El humor determina mi comportamiento. Quiero obtener lo que me gusta; librarme de lo que me disgusta; ignorar lo que me es indiferente. Estoy en un estado de conflicto perpetuo, sacudido y empujado emocionalmente de un lado para otro. Sin embargo, la atracción y aversión están apuntaladas por el anhelo: la sed infantil de una utopía donde tengo todo lo que deseo y nada de lo que aborrezco. En lo más profundo insisto en que un ego permanente y aislado tiene derecho a una vida sin contingencias ni incertidumbres.E invierto mis iconos de anhelo con finalidad absoluta. Sean sexo, fama o riqueza, brillan frente mío con una atracción embriagante, sin las manchas de las ambigüedades de las experiencias vividas. No considero las consecuencias. Pañales y berrinches figuran tan poco en mis fantasías de conquistas sexuales como figuran periodistas e impuestos en mis sueños despiertos de fama y riqueza.Tal anhelo se cristaliza en la agitación giratoria de la confusión. En mi ceguera metafórica, busco desesperadamente algo a que aferrarme. Ansío algo que mitigue mi sentimiento de falta de propósito, soledad y angustia. Pero el anhelo es distorsionado y perturbado por la misma confusión que pretende quitar. Exagera lo deseable de lo que quiere y lo detestable de lo que no quiere. Hechizado por sus propias proyecciones, eleva a las aspiraciones a la categoría de asuntos de suprema importancia. Bajo el embrujo del anhelo, toda mi vida pende del conseguir o liberarme de algo. “Y si sólo …” se convierte en el mantra del deseo sin consumar.Un mundo de contingencia y cambio sólo puede ofrecer un simulacro de perfección. Cuando me conduce el anhelo, estoy convencido de que si sólo lograra este objetivo, todo andaría bien. Aunque crea la ilusión de una vida con propósito, el anhelo es en realidad la falta de dirección. Es el proceso compulsivo de llegar a ser. Me hace dar vueltas en círculos, recorriendo el mismo terreno una y otra vez. Cada vez que creo haber encontrado una situación que resuelve todos mis problemas, súbitamente resulta ser una reconfiguración de la situación de la que creía estar huyendo. Mi sentimiento de haber encontrado un respiro en la vida resulta ser solamente una repetición del pasado. Me doy cuenta que estoy corriendo en un punto, sin ir a ninguna parte. { … el llegar a ser condiciona el nacimiento, el que condiciona el envejecimiento y muerte. La vida se convierte en una sucesión de pequeños nacimientos y muertes. Al lograr lo que quiero, siento renacer. Pero tan pronto me instalo en este sentimiento, vuelven a surgir mis viejas ansiedades. La nueva posesión pronto envejece ante la atracción de algo más deseable que no tengo. Lo que parecía perfecto de pronto empieza a comprometerse por atisbos alarmantes de sus imperfecciones. En vez de resolver mis problemas, esta nueva situación los reemplaza con otros de los que no había sospechado. Sin embargo, en vez de aceptar esto como la naturaleza de la vida en un mundo poco confiable, en vez de aprender a estar contento con el éxito y el gozo y no sentirme abrumado por el fracaso y el dolor, en vez de apreciar la belleza amarga, trágica y triste de la vida, aprieto los dientes y lucho esclavizado por esa voz tenue y seductora que susurra: “Y si sólo …”  

Las fuerzas cosmicas controlan la vida sobre la tierra

El surgimiento y desaparición de las especies sobre la Tierra podría estar en parte dirigido por los movimientos ondulatorios de nuestro Sistema Solar en su viaje a través del disco de la Vía Láctea, según los científicos.

Hace dos años, científicos de la Universidad de California en Berkeley encontraron registros de fósiles marinos que mostraban que la biodiversidad — el número de especies distintas vivas en el planeta — se incrementa y decrementa en un ciclo de 62 millones de años. Al menos dos de las grandes extinciones en masa — la extinción del Pérmico hace 250 millones de años y la del Ordovícico hace unos 450 millones de años — corresponden con picos de este ciclo, que no pueden ser explicados por la teoría evolutiva.

Ahora, un equipo de investigadores de la Universidad de Kansas (KU) han aparecido con una explicación “fuera de este mundo”. Su idea depende del hecho de que, en contra de lo que aparentan, las estrellas no están fijas en el espacio. Se mueven, a veces en una carrera precipitada a través de las galaxias, o aproximándose lo bastante unas a otras como par tener una breve cita cósmica.

El ciclo de 62 millones de años de diversidad fósil es más evidente en el registro histórico de los géneros que sobrevivieron menos de 45 millones de años.

En particular, nuestro Sol se mueve hacia y retirándose del centro de la Vía Láctea, y también arriba y abajo del plano galáctico. Un ciclo completo arriba-abajo lleva 64 millones de años – sospechosamente similar al ciclo de biodiversidad de la Tierra.

Arco de choque galáctica

Los investigadores de la KU confirmaron de forma independiente el ciclo de biodiversidad y han propuesto un mecanismo novedoso según el cual estaría causado por el viaje galáctico del Sol.

Los científicos saben que la vía Láctea está siendo atraída hacia un masivo cúmulo de galaxias, llamado el Cúmulo de Virgo, situado a 50 millones de años luz de distancia. Adrian Melott y su colega Mikhail Medvedev, ambos investigadores de la KU, especulan que a medida que la Vía Láctea se acerca al Cúmulo de Virgo, genera el llamado arco de choque frente a ella que es similar a la onda de choque creada por un jet supersónico.

“Nuestro Sistema Solar tiene una onda de choque a su alrededor, y produce una buena cantidad de rayos cósmicos que golpean la Tierra. ¿Por qué la galaxia no iba a tener una onda de choque también?”, dijo Melott.

El arco de choque galáctico está presente sólo en el lado norte del plano de la Vía Láctea, debido a que es el lado que está frente al Cúmulo de Virgo hacia el que se mueve a través del espacio, y que provocaría un sobrecalentamiento del gas y un río de rayos cósmicos tras él, dicen los científicos. Normalmente, el campo magnético de nuestra galaxia protege a nuestro Sistema Solar de este “viento galáctico”. Pero cada 64 millones de años, el viaje cíclico del Sistema Solar se sitúa sobre el plano galáctico.

“Cuando salimos por encima del disco, contamos con menos protección, por lo que estamos expuestos a más rayos cósmicos”, cuenta Melott a SPACE.com.

Cómo afectan a la vida los rayos cósmicos

El aumento de exposición a los rayos cósmicos podría tener efectos tanto directos como indirectos en los organismos de la Tierra, dijo el paleontólogo de la KU Bruce Lieberman. La radiación podría llevar a altos ratios de mutaciones genéticas en los organismos o a interferir en su capacidad para reparar los daños del AND y llevando potencialmente a enfermedades como el cáncer.

Los rayos cósmicos también están asociados con el incremento de la capa de nubes, lo cual podría enfriar el planeta rechazando la mayor parte de los rayos del Sol. También interactúan con las moléculas de la atmósfera para crear óxidos de nitrógeno, gases que desgastan la capa de ozono de nuestro planeta, la cual nos protege de los dañinos rayos ultravioleta del Sol.

Richard Muller, uno de los físicos de la UC Berkeley que co-descubrió el ciclo, dijo a Melott y sus colegas que había llegado a una explicación galáctica plausible para el ciclo de biodiversidad. Muller y Robert Rohde también especularon que el movimiento de nuestro Sistema Solar a través del plano galáctico podría estar tras este ciclo, pero la pareja no podía concebir ninguna de las razones por las que debieran diferir en lado norte y sur del plano galáctico.

“Aquí es donde tuvieron éxito”, dijo Muller en una entrevista telefónica. “Ellos dieron con algo en lo que nosotros no habíamos pensado, algo que colocaba una asimetría. Estoy encantado por lo que hicieron y los felicito”.

Primer paso en la hipótesis

Richard Bambach, paleontólogo del Museo Smithsoniano de Historia Natural que no estuvo involucrado en el estudio, dijo que estaba excitado con que el ciclo de la biodiversidad haya sido confirmado de forma independiente, pero advierte que la hipótesis galáctica está aún en las primeras etapas de formulación.

“Es el primer paso de la hipótesis”, dijo Bambach. “Es una idea interesante, pero aún tendremos que recorrer un largo camino hasta saber si es en verdad el porqué de los cambios de la biodiversidad”.

Por una parte, los científicos aún tiene que descubrir el arco de choque alrededor de la Vía Láctea, aunque tales ondas de choque han sido halladas en otras galaxias.

“Creo que es una muy buena idea”, dijo Philip Appleton, astrónomo de Caltech. “Creo que estamos sólo en el comienzo de la comprensión de este tipo de comportamientos. Nos estamos dando cuenta de que no sólo las galaxias interactúan con otras de forma gravitatoria, sino que el entorno a través del cual viajan —el “viento” que crean — pueden en realidad producir efectos notables”.

El año pasado, Appleton y su equipo descubrieron un arco de choque alrededor de una galaxia en el “Quinteto de Stefan”, un cúmulo galáctico situado a 300 millones de años luz de distancia. La onda de choque viaja a una velocidad relativa de 1000 km por segundo respecto al cúmulo.

La Vía Láctea viaja hacia el Cúmulo de Virgo a una velocidad de 200 km por segundo, por lo que cualquier arco de choque generado sería, por lo tanto, más débil, dijo Appleton.

Si estudios futuros confirman el vínculo entre la biodiversidad y la galaxia, esto forzaría a los científicos a abrir sus ideas sobre lo que puede influenciar a la vida en la Tierra. “Tal vez no son solo los eventos tectónicos y el clima de la Tierra”, dijo Lieberman. “Tal vez tenemos que comenzar a pensar más en el entorno extraterrestre también”.

De Ciencia kanija

Haga de su PC un modelo ecologico o una pieza de colección

Los constructores del concurso del PC ecologico invirtieron por lo menos 700 horas de trabajo

El concurso fue en  Dortmund y compitieron por el PC ecologico mas origínal.

Aquí unas muestras. Cliquear las fotos (10 fotos)

Un PC construído en un WC, otro sumergido en aceite, la «Broken Sculture II» del veterano de 37 años Mark Alan Githens que hizo el PC en un block de granito con caída de agua.  

Otros lo construyeron en Botes de basura o con piezas de Lego el premiado gue el PC llamado «C3», similar a una aspiradora de suelo. La idea es que las computadoras no se reconozcan mas como tales sino que se conviertan en un adorno de la habitación.

La musica es el sonido del alma

El Sonido del Alma

Hay acuerdo en reconocer que la música en general lleva consigo un poder y que ciertas obras musicales producen un efecto indiscutible sobre el cuerpo y el espíritu. Resulta interesante abordar esta dimensión esotérica del mundo musical.

Para empezar, es necesario recordar que estas prácticas musicales son motivadas, no por una búsqueda estética, sino por la búsqueda de los poderes que ellas procuran. La potencialidad estética está incluida en el conjunto de esos poderes. Este poder se constata por sus efectos. En ciertas músicas orientales, menos en las artísticas que en las populares, se busca un efecto y se mide la cualidad de la música por los efectos que ella produce. Yo he estudiado la música mística sufí y las formas populares que de allí se derivan y que han conservado su carácter, y he sido llevado a plantearme la famosa pregunta., ¿en qué residen los poderes de la música?

Existe seguramente una infinidad de respuestas. Una de ellas, muy dogmática, y que he sido motivado a relativizar, considera que los intervalos o los tonos previstos producen efectos también previstos. Existe a ese respecto toda una especulación que se apoya sobre Pitágoras y la escolástica griega y que ha influenciado al Islam. Pero la experiencia muestra que el poder no reside en la elección de tal escala o de tales tonalidades, porque, cuando se ejecuta, no se aplican estas leyes matemáticas de manera muy precisa. El poder no se deja traducir en ecuaciones.

Existen respuestas relativistas evocando un fenómeno de condicionamiento: se está habituado a entrar en un cierto estado al escuchar cierta música. Al escuchar tal música se pasa inmediatamente al estado de trance, por ejemplo. No se podría negar este fenómeno; pero todas estas respuestas no son más que parciales. En el hecho hay un conjunto de factores en juego. El timbre del instrumento debe ser tomado en consideración, los intervalos tienen un cierto efecto, el condicionamiento, la respuesta refleja, el fenómeno cultural, y sobre todo la naturaleza del auditor y del intérprete, todo esto juega un cierto rol. Una respuesta que pudiera ser más satisfactoria se perfila al abordar el tema del poder interior del ejecutante.

Para transmitir un influjo, el ejecutante debe tener él mismo un cierto poder que viene de la calidad de su concentración, de su meditación. Algunos dicen que este poder está ligado a su grado de pureza interior, otros que esto se manifiesta porque el ejecutante está ligado a una línea iniciática que le da una especie de baraka permitiéndole transmitirla a través de su música. Yo he visto casos extremos donde la forma musical no tiene nada que ver; músicos animados de una fuerte espiritualidad provocan efectos increibles ejecutando motivos muy simples. Esto me parece que es uno de los ejes fundamentales. Se ve raramente un músico que llegue a fascinar a la gente sin tener en sí mismo esta especie de fuerza interior. Por lo demás, esto es lo que constituye el beneficio de una tradición: se es iniciado a una cierta forma de espiritualidad a través de la música. Todo marcha junto.

Por otra parte, la forma de la música misma hace que ella sea capaz de transmitir un poder o no. Si alguien trabaja sobre bases musicales que no corresponden de ninguna manera a las leyes de la naturaleza, como se observa a menudo en occidente hoy día, su espiritualidad no se puede expresar tan bien como la de un Bach por ejemplo. Es necesario distinguir, por un lado, algo que podría llamarse la intención o la motivación y, por otro, los medios utilizados. Me digo a veces que si Beethoven hubiera sido un músico indio, persa o turco, su música hubiese sido tal vez aún más emocionante, porque las leyes que él hubiera aplicado son más fundamentales que las de la armonía.

Es imposible concebir los poderes de la música separados de una referencia al sistema tonal o modal. El sonido de un instrumento encierra en sí mismo las leyes de la organización de la tonalidad. La nota fundamental y sus armónicos se organizan naturalmente de una manera precisa. Son cosas con las cuales no se puede hacer trampas. Desde este punto de vista, conviene no separar el Oriente del Occidente. Toda Europa obedece a casi las mismas leyes melódicas que la China, la India, Persia y los países Arabes. La música europea clásica tardía constituye un caso aparte; pero, en todo lugar un canto sigue siendo un canto. ¿Y cómo se podría cantar en doce semitonos?

Hablando de instrumentos, hay algunos que se prestan particularmente a la transmisión de influencias y poderes. Gente profundamente arraigada en la tradición, como los sufíes por ejemplo, nos responderán que, sin ninguna duda, ciertos instrumentos transmiten mejor que otros. En Turquía y en todo el mundo árabe, la flauta de caña (ney) es un instrumento cargado de efectos espirituales. Y esta flauta se la encuentra en el Japón como flauta de bambú en la música Zen (el sakuhachi) donde es tocada de una manera muy semejante al ney turco. Se puede difícilmente evocar una influencia cultural en el uno o el otro sentido, y sin embargo la similaridad está presente.

Ciertos instrumentos de cuerda frotada están igualmente cargados de poder, tal como las diferentes violas. En la cultura occidental, es el violín el instrumento más cargado de poder. Pensemos en Paganini y su violín del diablo, en la Sonata a Kreutzer, en la sonata El Trino del Diablo de Tartini, etc. Todo esto evoca un universo fantasmagórico.

Se encuentra también el tambor sobre bastidor circular, repartido por todo el Oriente y Africa del Norte. Es el instrumento chamánico por excelencia de los siberianos, los lapones, los indios americanos, de todas las confraternidades derviches que practican la letanía en voz alta (zikr).

Cada cultura posee sus instrumentos privilegiados. Pero un músico animado de un poder espiritual, un maestro espiritual, podrá obtener un efecto con prácticamente cualquier instrumento. De todas maneras, los instrumentos privilegiados por ciertas culturas no lo son por azar.

He trabajado mucho con la música persa, clásica y popular. En esa música la clave del efecto reside en la ornamentación. Los maestros de música más perfectos y más iluminados lo dicen así. La estructura melódica constituye la base, pero es preciso trabajar esa base para que se produzca el efecto en la música. Los ornamentos son una manera de aproximarse a una dimensión más esotérica. Lo que todo el mundo capta inmediatamente es la estructura, la tonalidad, el ritmo, la melodía simplificada, pero el oído ejercitado apreciará las finezas en la manera de ejecutar. Es análogo a lo que nos sucede a nosotros. Se puede tocar un preludio de Bach de una manera determinada. Todos dirán: «es correcta»; pero el aficionado entendido captará otra cosa: todo el arte de la ornamentación desplegado por el ejecutante. En la música persa, si se quita eso, no queda nada.

Se considera que la ornamentación es algo que se «agrega» a la música… Pero es necesario recordar que, generalmente hablando, esta música es más libre; no se ejecutan «partituras», sino un tema más bien fijo que se ornamenta al gusto. Por ejemplo, yo he recolectado una docena de versiones de un trozo para viola, el tema del pájaro fénix – el Simorgh – que es una música chamánica, Cada versión es diferente, ornamentada de manera completamente diferente, el músico ha impreso su sello, pero es siempre el Simorgh. En ese trozo, todo está en la ornamentación: es necesario evocar el rumor del ala del pájaro, su arrullo, tantos otros detalles que demandan una gran fineza. Y cuando se trabaja con músicos jóvenes, uno se da cuenta que algunos no traspasarán jamás un cierto nivel de comprensión del instrumento. Sus adornos restarán siempre simples; no llegarán a dar ese impacto al sonido. El adorno es una manera de hacer que el auditor sea consciente del sonido. El sonido plano, desnudo, no puede entrar verdaderamente en el oído del espíritu, se le oirá sólo como se escucha un concepto.

A mi modo de ver, en Oriente como en Occidente, la música clásica ha trabajado de manera de vaciar al sonido de ese poder que barrena el oído y que nos penetra física, emocional e intelectualmente. El éxtasis musical llega cuando todos esos elementos son reunidos. Si no, no son más que imágenes del éxtasis. El «poema del Extasis» de Scriabin, por ejemplo, no es una representación del éxtasis sino un ensueño de como éste podría ser. Igualmente, los derviches «giradores» turcos actuales que presentan espectáculos endulzados para turistas, actúan el éxtasis pero no están en absoluto dentro de él, sus posturas corporales siguen estéticamente el simbolismo de una danza reglamentada. Pero el éxtasis que viven los derviches kurdos, no está programado ni es mecánico. Los derviches son penetrados completamente al nivel físico,
al nivel emocional – lloran a menudo – y al nivel imaginativo: están verdaderamente en otro mundo. la música los hace pasar a otro universo. Tal es su finalidad.

Cuando los sufíes han pasado a ese otro universo, ellos pueden tener visiones, revelaciones de conocimientos, del espacio, del sonido, todos los niveles del ser son evocados al instante; es por eso que se llega más fácilmente a una experiencia de totalidad…

La tesis que sostiene la música espiritual en todo el Islam, desde los primeros textos sufíes hasta los últimos maestros contemporáneos – y hay unanimidad en este punto – es que existen sentidos espirituales. Hay así una vista del alma, un oído del alma, un gusto, un olfato, un tacto del alma misma, por eso es que ciertos milagros dejan trazas concretas. Y así como existe un intelecto que nos permite conceptualizar, existe un intelecto del alma que domina todo esto. Si estos sentidos espirituales existen, existe también un mundo espiritual que se puede ver, escuchar, respirar, tocar. Esta tesis es uno de los pilares de la cultura iraní. El Paraíso era el jardín de los reyes. En toda la cosmología persa se encuentra este intermundo de formas y hechos sensibles, pero inmateriales. Los neoplatónicos del renacimiento conocían esto muy bien. Como Marcelo Ficino, un esoterista neoplatónico veneciano, que había establecido una especie de teurgia: tocando el violín, quemando perfumes, concentrándose en las vibraciones de ciertos planetas, él llegaba a fundirse con la entidad metafísica del planeta. ¡ Todo esto en pleno Renacimiento !

Más adelante fueron rechazadas cosas como ésta. Con Descartes, la imaginación pasó a ser la locura de la lógica y el concepto reinó como el maestro. En la música se suprimió todo lo que podía producir una apertura espiritual demasiado sensible. Según mi opinión, el Occidente ha caído en el materialismo, y, como compensación, se ha creado una imagen demasiado abstracta de la espiritualidad, separando radicalmente el espíritu del cuerpo. Y la música, en mayor grado que las otras artes, se sitúa justamente entre esos dos dominios, en las regiones del alma, de los sentidos interiores, de lo imaginario… Desde hace largo tiempo la música llamada clásica no se contacta sino con el intelecto; y esto también ocurre a menudo en Oriente.

Esta supresión se efectuó en varias fases; pero en el siglo XIX todo quedó consumado. La música popular comienza su agonía; cae en el olvido toda la música del siglo XVIII y la anterior; los secretos de interpretación se pierden. Y para compensar esta declinación, se resucita una tradición muerta, el canto gregoriano, pero completamente despojado, endulzado, etéreo, para no dar por ningún motivo la impresión de una influencia sobre el cuerpo y sobre la emoción. Podría ser la música de las esferas ¡ pero cuán fría !

Hablando de la inspiración, ésta es siempre importante en Occidente. Se espera de un intérprete que esté inspirado. Este problema no se plantea evidentemente con la música electrónica o los «objetos musicales», a propósito de los cuales se puede hablar en rigor de inspiración en la concepción. Por otra parte, la inspiración ha cedido el paso a la técnica, al espectáculo. Los artistas orientales, como los griegos consideran que ellos están sumergidos en una atmósfera donde flotan sonidos musicales – ese mundo imaginario del que hablábamos – y que basta con captarlos. Pero entonces la inspiración significaría estar en otro estado, trascenderlo todo…

Yo he abandonado la guitarra clásica cuando me preparaba para hacer de ello una carrera, a fin de consagrarme a la música oriental. Ha sido entonces cuando verdaderamente he aprendido música. Antes
de eso, no hacía más que tocar notas y ensayar comprender, pero sin haber tenido jamás experiencias convincentes. Debo precisar que hablo desde el rol de intérprete, no del público; en Occidente el auditor es mimado; el intérprete está a su servicio, en tanto que en Irán, se hace música para sí, o para Dios, sin tomar en cuenta al oyente. Para mí la emoción que se puede sentir ejecutando esa música tradicional es
sin comparación con la de la música occidental, pues aquella es hecha para eso. Más aún, es música en la cual la creatividad es exigida, se tiene libertad para hacerlo, y se debe expresar, no sólo la sensibilidad del compositor o del creador anónimo de la obra, sino también lo mejor de sí mismo. Cuando se llega a ese estado de inspiración, se entra de golpe en la significación de una pequeña frase melódica. Ella habla y se siente que está viva de una manera diferente a la habitual. Entonces uno entra en sí mismo y esa frase nos lleva hacia otra y se siente la posibilidad de desarrollar algo nuevo. Llega un momento, con ciertos instrumentos en particular, en que el ejecutante siente que no es él quien está produciendo la música, ella actúa por sí sola. Muy a menudo es la mano la que piensa, ella lo hace.

Cuando el músico constata esto, se vivencia a sí mismo como si fuera un lugar de tránsito de energía. Es una sensación indescriptible y que llena de dicha. Se pueden producir cosas increíbles. La sonoridad de los instrumentos se hace sublime, todas las coacciones desaparecen… Puede suceder, por ejemplo, que un cantante, súbitamente, empieza a cantar con la voz de otro, la voz de su maestro. Existen numerosas maneras de estar inspirado, pero la condición es una sola: eclipsarse.

Lo que es catastrófico es cuando un músico tradicional toca desde su ego. Para el músico occidental el problema es diferente; desde el Romanticismo, se tiene el hábito de hacerlo así, aún se le pide que lo haga. Es otro género de técnica. Pero si un músico tradicional hace alarde de su ego, sus problemas, sus complejos, el resultado es terrible. Escuché, por ejemplo, un concierto de música china sobre la cítara de siete cuerdas, un instrumento con tantas posibilidades como un clavicordio moderno. El intérprete parecía caricaturizar lo que podría imaginarse como un concierto de Liszt. Se me explicó, después, que él había aprendido de su padre todas las finezas de la tradición, pero que se había desconectado completamente de ese espíritu, siguiendo la escuela contemporánea de tipo «materialista dialéctica». Esta tiende a desarrollar la exposición de un ego monumental, atormentado, apasionado. En tanto que, en su origen, esta cítara, que era el instrumento, por así decir, «dialéctico espiritualista» de Confucio, exigía una interiorización del gesto semejante al que se encuentra en el tai-chi, un desarrollo considerable de la sensibilidad táctil y de la elegancia del gesto destinado a crear ese estado interior, esa emoción que da al sonido su fuerza espiritual y su impacto, trabajo sin el cual no sucede nada.

En Irán, sobre todo en las zonas rurales, se escucha a los campesinos que cantan o tocan sus instrumentos, animados de una fuerza increíble que jamás poseerá un músico clásico de una sociedad urbana moderna. Y aún si su música sólo esté basada sobre 4 o 5 notas que se repiten, esta fuerza es suficiente para emocionarnos hasta lo más profundo. ¿De dónde viene esta fuerza? Viene de la tierra y del cielo. Un cantor flamenco era entrevistado en una discusión de musicólogos sobre el origen de esta tradición: «Yo trabajo mi campo – dijo él – la tierra se abre y su canto se eleva. Eso es el flamenco». La verdadera música es una ofrenda de la tierra que se eleva hacia el cielo. Entonces sucede que el Cielo responde…

Jean During

Conocimiento e Inocencia – Daisetz T. Suzuki

Conocimiento e Inocencia

Cuando hablo del Zen a un auditorio Occidental, la mayoría educado en la tradición cristiana, la primera pregunta que generalmente se me formula es: “¿cual es el concepto del Zen sobre la moralidad? Si el Zen pretende estar por encima de todos los valores morales, ¿qué nos enseña a nosotros, simples mortales?”

Si comprendo bien el cristianismo, é1 deriva de la autoridad moral de Dios, dador del Decálogo, y se nos dice que si lo transgredimos de cualquiera forma que sea, seremos castigados y lanzados al fuego eterno. Es por esta razón que los ateos son considerados como gente peligrosa, porque, no teniendo Dios, no respetan los códigos morales. El adepto del Zen, no teniendo un Dios análogo al Dios cristiano, pero que habla de superar el dualismo del bien y del mal, de lo justo y lo injusto, de la vida y la muerte, de la verdad y del error, este adepto del Zen será, é1 también, objeto de sospecha. La idea de los valores sociales, profundamente arraigada en el espíritu occidental, está íntimamente ligada a la religión, de manera que ellos son inducidos a pensar que religión y ética son una sola y misma cosa y que la religión no está dispuesta a relegar la moral al segundo plano. Pero pareciera que el Zen lo hace, y de allí viene la pregunta que me plantean. He escrito en uno de mis libros: “Todos los valores morales y toda la práctica social emanan de esta vía no-condicionada que es la vacuidad”. En este caso “bien” y “mal” no son más que diferenciaciones secundarias. ¿Qué es lo que las diferencia y cómo sabría yo qué hace que el “bien” sea otra cosa que el “mal”? En otros términos, ¿puedo yo – y cómo puedo. en este caso – deducir una ética de la ontología del Budismo Zen?

Todos somos seres sociales y la ética es nuestra relación con la vida social. El adepto del Zen no puede vivir fuera de la sociedad. No puede desinteresarse de los valores éticos. Pero é1 quiere tener el corazón enteramente libre de todas las impurezas salidas del “conocimiento” que hemos adquirido al comer el fruto del árbol prohibido. Cuando se regresa al estado de “inocencia”, todo lo que se hace está bien. San Agustín dijo: “Ama a Dios y haz lo que quieras”. Una vez despertado el Conocimiento en el Jardín del Edén donde reinaba la lnocencia, aparece la diferenciación entre el bien y el mal. Igualmente, de la Vacuidad del Espíritu se eleva misteriosamente un pensamiento, y se tiene el mundo de las multiplicidades.

El vocablo “Inocencia” debe ser comprendido en el sentido del estado espiritual en el cual vivían los habitantes del Jardín del Edén alrededor del Arbol de la vida, los ojos no abiertos, desnudos, sin sentir vergüenza, sin el conocimiento del bien y del mal. Por “Conocimiento” se debe comprender todo lo que se opone a la “Inocencia” particularmente a un par de ojos discriminatorios abiertos al bien y al mal.

La idea judeocristiana de la Inocencia es la interpretación moral de la doctrina búdica de la Vacuidad, que es metafísica, en tanto que la idea judeocristiana del Conocimiento corresponde, desde el punto de vista epistemológico, a la noción búdica de la Ignorancia, aunque la lgnorancia sea superficialmente lo contrario del Conocimiento. La filosofía búdica considera toda discriminación – moral o metafísica – como el producto de la Ignorancia que oscurece la luz primera del No-condicionado, el cual es la Vacuidad. Pero esto no quiere decir que haya que eliminar el mundo entero por ser el resultado de la Ignorancia. Igual sucede con el Conocimiento, pues él es el resultado de haber perdido la Inocencia comiendo el fruto prohibido. Pero ningún cristiano ni judío, que yo sepa, ha intentado jamás deshacerse del Conocimiento para recuperar el Paraíso, y poder gozar, como al principio, de la Inocencia en toda su plenitud.

Lo que debemos comprender bien entonces es el sentido de “Conocimiento” e “Inocencia”, es decir, penetrar a fondo la relación que existe entre los dos conceptos opuestos: de una parte, Inocencia y Luz original, de la otra, Conocimiento e Ignorancia. Desde un cierto punto de vista parecen ser irreductiblemente contradictorios, pero, desde otro, son complementarios, Si nos atenemos a nuestra manera humana de pensar, no se podía poseer ambos al mismo tiempo. Pero nuestra vida real está hecha del apoyo del uno al otro, o mejor dicho, de su inseparable colaboración.

La pretendida oposición entre Inocencia y Conocimiento o entre Ignorancia y Luz original no es del mismo género de la que se ve entre lo blanco y lo negro, entre el bien y el mal, entre lo justo y lo injusto, entre ser o no ser, o entre tener o no tener. La oposición es, por así decir, entre continente y contenido, entre el fondo y el primer plano de la escena, entre el terreno y los jugadores que se mueven en él. El bien y el mal juegan sus roles opuestos sobre el terreno que permanece neutro, indiferente y ”libre” o “vacío”. Es como la lluvia que cae sobre los justos y los injustos; como el sol que se eleva sobre el bien y sobre el mal, sobre nuestros enemigos y sobre nuestros amigos. En un cierto sentido, el sol es inocente y perfecto, como lo es también la lluvia. Pero el hombre, que ha perdido la Inocencia y adquirido el Conocimiento, diferencia al justo del injusto, al bien del mal, a los enemigos de los amigos.

La Inocencia y el Conocimiento deben ser mantenidos en buen equilibrio. Para esto, el Conocimiento debe ser disciplinado y al mismo tiempo es necesario apreciar el valor de la Inocencia en su justa relación con el Conocimiento.

El concepto metafísico de la Vacuidad puede traducirse en términos de economía, por la pobreza; ser pobre, no poseer nada : “Dichosos los pobres en espíritu” Eckhart da la definición siguiente: “Hombre pobre es aquel que no tiene necesidad de nada, que no sabe nada y que no tiene nada”. Esto es posible cuando un hombre está vacío de “sí mismo y todas las cosas”, cuando el espíritu está totalmente purificado del Conocimiento o de la Ignorancia que poseemos después de la pérdida de la Inocencia. Dicho de otro modo, recuperar la Inocencia es ser pobre. Es sorprendente y bastante extraño que Eckhart defina a un hombre pobre como no sabiendo nada. Es esta una afirmación de gran importancia. El Conocimiento comienza cuando el espíritu está repleto de todas clases de pensamientos mancillados, donde el peor es el del “yo”. Pues todos los males, todas las poluciones parten de nuestro apego a este “yo”. Como dirían los budistas, la realización de la Vacuidad no es ni más ni menos que penetrar en la no-existencia de un yo substancial. Es el más grande obstáculo en nuestra disciplina espiritual y, en realidad, consiste no en desembarazarse del yo, sino más bien en darse cuenta desde el comienzo que no hay semejante existencia. Esta toma de conciencia significa ser “pobre” en espíritu. “Ser pobre” no significa “empobrecerse”; “ser pobre” significa no estar, desde el principio, en posesión de nada y no en despojarse de lo que se tiene. Nada a ganar, nada a perder; nada a dar, nada a tomar, ser simplemente tal como se es, y por lo tanto ser rico de posibilidades inagotables . Esto es ser “pobre” en el sentido más propio y más característico de la palabra, y esto es lo que nos dicen todas las experiencias religiosas. No ser absolutamente nada, es serlo todo. Cuando se está en posesión de cualquier cosa, esa cosa impedirá a todas las otras cosas entrar.

Se tiende generalmente a imaginar que, si el espíritu o el corazón están vacíos del “yo y de todas las cosas”, queda un lugar disponible para que Dios venga a ocuparlo. Esto es un gran error. El pensamiento mismo, por ligero que sea, de hacer lugar para algo es una traba tan enorme como una montaña. Un monje vino hacia Ummon, uno de los grandes maestros Zen del siglo X, y le dijo: “Si un hombre no tiene un pensamiento que ocupe su consciencia, ¿qué imperfección tiene él?”. Ummon rugió: “ ¡ El Monte Sumeru !”

Eckhart enuncia de forma típicamente cristiana un pensamiento parecido:“Si un hombre esta vacío de todas las cosas, de todas las criaturas, de é1 mismo de Dios, y si Dios pudiera todavía encontrar lugar en él para actuar, nosotros diríamos: mientras ese lugar exista, este hombre no es pobre de la pobreza más íntima. Pues Dios no tiene en vista que este hombre tenga en é1 un lugar reservado para Su acción, porque la verdadera pobreza de espíritu exige que el hombre sea vacío de Dios y de todas sus obras, de manera que, si Dios quiere actuar en el alma, es el hombre mismo quien debe ser el lugar en el cual El actuará, y así le placerá a El hacerlo. Pues si Dios encontrase una vez una persona así de pobre, El tomaría la responsabilidad de Su propia acción, porque Dios actúa en Sí mismo. Es ahí, en esa pobreza, que el hombre recobra el ser eterno que fue, que es y que será para siempre.”

Según mi interpretación de Eckhart, Dios es al mismo tiempo el lugar donde El obra y la obra misma. El lugar es el cero o “la vacuidad en tanto que Ser”, mientras que la obra cumplida en el lugar del cero es el infinito o “la Vacuidad en tanto que Llegar a Ser”. Entonces es realizada la esencia de la pobreza. El ser es el llegar a ser y el llegar a ser, el ser. Cuando el uno está separado del otro, se tiene una pobreza torcida y coja. La pobreza perfecta no es recuperada sino cuando la vacuidad perfecta es la plenitud perfecta.

Citando otra vez a Eckhart: “En mi pasaje al más allá… sobrepaso todas las criaturas y no soy ni Dios, ni criatura: soy lo que era, lo que permanecerá de ahora en adelante y para siempre. Recibo entonces un impulso que me transporta por encima de todos los ángeles. En este impulso concibo tales riquezas pasajeras que no soy satisfecho de Dios en tanto que Dios, en tanto que siendo todas sus obras santas, pues en ese pasaje al más allá descubro que Dios y yo somos idénticos. ..”.

No sé cómo mis lectores cristianos aceptarán estas afirmaciones, pero desde el punto de vista budista hay que hacer una reserva. Por transcendente que pueda ser en sí esta experiencia de “pasaje al más allá”, sobrepasando toda forma de condicionamiento, se queda expuesto a formular una interpretación deformada. El maestro Zen nos dirá entonces de transcender o de rechazar la experiencia misma. Estar absolutamente desnudo, ir más allá de la recepción de “un impulso” de cualquier naturaleza que sea, estar perfectamente liberado de toda posible trampa que nos hayamos tendido nosotros mismos después de la adquisición del Conocimiento: esta es la finalidad del entrenamiento Zen. Entonces, solamente, nos encontramos ser de nuevo los simples Fulanitos de Tal que hemos sido siempre.

Se podrían enumerar muchas virtudes a las cuales deben aspirar los monjes, budistas o cristianos. La más fundamental es, a mis ojos, la pobreza. Esta corresponde, desde el punto de vista ontológico, a la Vacuidad, y desde el punto de vista psicológico a la ausencia del yo o a la Inocencia. La existencia de la que gozamos en el Jardín del Edén simboliza la Inocencia. Cómo recuperar o, mejor dicho. cómo reconocer que poseemos ya esta “primitividad de espíritu” en el seno de la industrialización y del propagandismo de “vida fácil” es la grave pregunta que exige de nosotros, hombres modernos, una solución afortunada. ¿Cómo realizar la sabiduría transcendente de la prajna en un mundo donde el desarrollo del Conocimiento es por todas partes estimulado de mil y una formas? Se nos exige imperativamente una solución, de la forma más enérgica. La época de los Padres del Desierto ha pasado definitivamente, y nosotros esperamos que un nuevo sol se eleve sobre el horizonte del egoísmo y de la vileza en todos los dominios.

Daisetz T. Suzuki